miércoles, 30 de julio de 2014

Las huellas de un maestro.

¿Cuántas veces los maestros nos hemos puesto a pensar en las huellas que dejamos en nuestros alumnos?
¿Somos conscientes de todo lo que podemos generar en los niños?
A veces solo una palabra basta para despertar una vocación oculta o un interés guardado.
Creo que todos hemos experimentado la carita de alegría de un alumno cuando le halagamos un dibujo o cuando le decimos ¡Qué lindo te portaste hoy!
Ser maestro te da la hermosa posibilidad de disfrutar momentos que no se borran con el tiempo.
Maestro: aprende a leer, a escuchar a escribir y a hablar.
Aprende a leer los silencios de tus alumnos, sus sonrisas, sus enojos, sus gestos, sus posturas sus reacciones.
Aprende a escuchar sus gritos, sus palabras dulces y las otras, aprende e escuchar sus silencios, sus risas y sus llantos.
Aprende a escribir en sus almas, escribe páginas enteras de enseñanza.
Escribe sobre  sus corazones porque ellos leerán cada palabra.
No escribas malas palabras si no quieres que  las lean.
No escribas palabras hirientes si no quieres que lean dolor.
No escribas palabras etiquetadas si no quieres que lleven esa etiqueta toda su vida.
Escribe palabras de amor, de disciplina y respeto si quieres que sea una buena persona.
Habla en los oídos de tus alumnos para que escuchen con atención.
No hables palabras vacías porque él escuchará el vacío y dejará de oírte.
Habla con el mismo amor con el que quieres que él hable.
Canta con él, baila, ríe, sueña y enséñale el valor de los sueños.
 Cuando no puedas reír, explícale lo que te pasa, que él entenderá.
Muéstrate como un ser humano y será el mejor ejemplo que le des.
Ama tu profesión y deja que se vea ese amor. Contagia entusiasmo maestro, contagia entusiasmo...

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